martes, 7 de diciembre de 2010

El Imperio Caronlingio

EL IMPERIO DE CARLOMAGNO

El reino de los francos fue el más estable y duradero de los fundados por los pueblos germánicos en Europa.
A partir del siglo VIII, una nueva dinastía de reyes, descendientes de la familia de los Heristal, le dio su mayor esplendor, y extendió su poder a todos los países de Occidente, en la misma época en que los árabes consolidaban su dominio en la península ibérica. Carlos Martel que, como vimos, detuvo a los árabes en su avance sobre Europa en la memorable batalla de Poitiers (732), tuvo dos hijos:  Carlomán, que profesó como monje, y Pipino, apodado el Breve por su baja estatura, que depuso a Childerico III y se apoderó del trono en el año 751 y reinó hasta el 768, inaugurando la dinastía de los carolingios.  A su muerte, sus dos hijos, Carlomán y Carlos, fueron elegidos reyes de los francos, pero, como era de prever, no lograron coordinar sus acciones y se enfrentaron entre sí.
La solución de esta difícil situación se vió facilitada por el fallecimiento de Carlomán en el año 771, con lo que quedó Carlos en posesión total de los dominios de su familia, pues los hijos de Carlomán lo eligieron como jefe.
CARLOMAGNO
Carlos ya era conocido por sus condiciones personales como El Grande (Magno), por lo cual fue llamado Carlomagno.  Una vez en ejercicio del poder, Carlomagno se dirigió a combatir a los lombardos en Italia, para proteger al papa Adriano IV. En el año 774 venció a Desiderio, rey de los lombardos, y dos años después deshizo por completo su reino. Desde entonces Italia quedó repartida, entre ti-es soberanos: el papa, Carlomagno y el emperador bizantino.
Carlomagno se proclamó rey de los longobardos y ciñó la corona de hierro, así llamada porque su aro interior había sido hecho con un clavo utilizado en la crucifixión de Jesucristo.
Poco tiempo más tarde, fue llamado a España (778) por un jefe árabe sublevado contra el emir de Córdoba. En consecuencia, atravesó los Pirineos y venció a los moros, obligándolos a retroceder en el territorio conquistado hasta la línea del río Ebro. A su regreso la retaguardia de su ejército fue sorprendida por los vascos o gascones y derrotada en el paso de Roncesvalles, donde murió su sobrino Rolando o Roldán, episodio que dio lugar a una famosa composición en verso.
Con posterioridad, los francos organizaron seis expediciones, con resultado de las cuales Carlomagno fundó dos marcas o provincias fronterizas, la de Barcelona y la de Gascuna.
Carlomagno culminó luego una larga guerra (772-785) contra los sajones, eficazmente conducidos por Widukindo, los que, a pesar de una enconada resistencia, fueron finalmente vencidos y sometidos, convirtiéndose al cristianismo.
Estos triunfos le permitieron extender sus dominios hasta el río Oder. Los bávaros fueron también vencidos y la misma suerte corrieron los ávaros, descendiente de los hunos (788-796), establecidos sobre las costas  del Danubio. Finalizada esta campaña, Carlomagno creó la marca del Este (Ostereich), que más tarde constituyó el reino de Austria.
EL IMPERIO
Una vez Finalizadas estas campañas, las posesiones de Carlomagno comprendían la Galia, Italia, Germania y una parte de España, con lo cual quedó restablecido el antiguo Imperio romano de Occidente.
Fue en estas circunstancias que el 25 de diciembre del año 800, mientras Carlomagno oraba en la basílica de los apóstoles San Pedro y San Pablo, en Roma, el papa León III ciñó su cabeza con la corona imperial, a semejanza de lo que ocurría con los emperadores de Bizancio. De esta manera se consolidó la unión de la Iglesia y el estado.
Para mejorar la administración de su vasto imperio, Carlomagno acrecentó el número de duques y condes, cuyos subalternos fueron los vicarios y los centenarios. La labor de éstos se complementaba con la de otros funcionarios de confianza llamados missi dominici (enviados del señor), que recorrían el territorio en cada estación, de dos en dos un conde y un obispo—, para verificar el buen desempeño de sus súbditos.
Dos veces al año se celebraban las asambleas nacionales en las que participaban solamente los obispos, los duques y los condes. Durante su transcurso Carlomagno publicaba sus ordenanzas conocidas con el  nombre de capitulares, por estar enunciadas en capítulos, que no siempre tenían el carácter de leyes. En ocasiones se trataba de normas o preceptos morales.  Carlomagno prestó principal atención a la organización militar, a cuyo efecto las provincias fronterizas, llamadas marcas, estuvieron a cargo de jefes que recibieron el nombre de Margraves en Alemania y marqueses en los países latinos. El ejército se componía de hombres libres, que debían aportar sus elementos de combate, cuya cantidad y calidad variaba de acuerdo con el patrimonio de cada combatiente.  También tuvo especial preocupación por la organización eclesiástica, de la cual se sentía responsable. Con tal objeto creó nuevos obispados y obligó al pago del diezmo, que consistía en el aporte de la décima parte de las cosechas, para el mantenimiento de la Iglesia. Durante el reinado de Carlomagno se llevaron a cabo numerosas obras públicas, entre las que sobresalieron los puentes de madera levantados sobre el Rin y el Danubio; el comienzo de la construcción de un canal entre ambos ríos y la edificación de palacios.
El Imperio Carolingio
El Renacimiento Carolingio
En materia cultural, Carlomagno procuro estimular el desarrollo de las letras y de las ciencias, decaídas por efecto de las luchas, a través de su propio ejemplo. A tal efecto, aprendió el latín y estudió la lengua germánica. Fundó escuelas y se rodeó de sabios, entre los cuales sobresalieron el teólogo Alcuino, nacido en Inglaterra, el lombardo Diácono y el germano Eginardo. Carlomagno asistió a la escuela que funcionó en su propio palacio de Aquisgrán, que mas bien tenía el carácter de una academia, donde se trataban y discutían temas de carácter científico y literario, basados en el estudio de las denominadas artes liberales, que comprendían el trivium (gramática, retórica y dialéctica) y el quadriuium (geometría, aritmética, astrología y música), según el método de lectura y comentario de textos. Paralelamente funcionaba una escuela para niños, que visitaba con frecuencia.
Hasta entonces eran pocos los que tenían una cultura clásica. Entre ellos sobresalían los monjes benedictinos, quienes fueron los más celosos custodios de esa valiosa herencia.  Este resurgimiento cultural ha sido llamado el renacimiento carolingio.
Rodeado del cariño de su pueblo y de la admiración de los extranjeros, Carlomagno falleció en su palacio de Aquisgrán (Aix-la-Chapelle), el 28 de enero de 814. A su muerte, los pueblos sometidos trataron de recobrar su independencia y la estructura del imperio se resquebrajó hasta partirse.
Su hijo Luis el Benigno o Ludovico Pío, que le sucedió en el trono, dividió el imperio en el año 817 entre sus tres hijos: Lotario, Pipino y Luis. Disconforme con este reparto, su sobrino Bernardo, que era el rey de Italia, se sublevó, pero fue vencido.
Posteriormente, Ludovico se casó en segundas nupcias con una hija del rey de Baviera (819) con la que tuvo otro hijo, Carlos, a quien quiso hacer partícipe del reparto y entregarle un reino, pero sus otros hijos se sublevaron y Ludovico fue depuesto, aunque más tarde fue restablecido en el trono por la asamblea de Nimega (830).
Esta resolución dio lugar a que sus hijos se sublevaran nuevamente en el año 833. Abandonado por su ejército, fue degradado públicamente, pero poco después fue restaurado por segunda vez en el trono (834).
Tiempo más tarde, su hijo menor, Luis el Germánico, quitó sus dominios a los hijos de Pipino, rey de Aquitania, que murió en el año 838 y además, convenció a su hermano Lotario que le cediera sus posesiones; con lo cual unificó las fuerzas para luchar contra su padre, que falleció en 840, cuando se dirigía a enfrentar al vástago rebelde.
Con la muerte de Ludovico Pío, sus dos hijos menores , Luis y Carlos, se unieron contra Lotario, que reclamé la 3ucesión de su padre y el título de emperador. El entredicho derivé en un enfrentamiento militar, que tuvo lugar en Fontenoy, el 25 de junio de 841. La batalla se prolongó durante todo un día, hasta que el ejército de Lotario se retiro del campo, sin estar definitivamente derrotado.
En esas circunstancias, Luis y Carlos ratificaron su unión con el famoso juramento de Estrasburgo. prestado en presencia de los dos ejércitos (842).
Al año siguiente (843), Lotario se avino a firmar un tratado en Verdún, por el cual se llevó a cabo otro reparto, de tal manera que Carlos, apodado el Calvo, se quedó con la Galia, aunque con una superficie más reducida, comprendida por los ríos Escalda, Mosa, Saona, los montes Cevenes y la desembocadura del Ródano. A este territorio se lo llamó Francia. Luis el Germánico obtuvo la extensión situada al Este del Rin, que se llamó Germania (Alemania). Por último, Lotario recibió Italia y una franja de territorio separada de la Galia. que comprendía parte de Suiza, la Borgoña, Provenza y Austrasia (Alcasia y Lorena). Todo el conjunto recibió el nombre de Lotaringia.
Con esta división, desapareció el imperio de Carlomagno y surgieron tres incipientes estados que, con algunas variantes en su integración territorial, perduraran hasta nuestros días.
No obstante, la desmembración no se contuvo con esta división, sino que cada una de las tres partes continué fraccionándose en pequeños estados.
En Francia, Carlos el Calvo no pudo mantener su autoridad sobre los duques, marqueses y condes, que fueron emancipándose gradualmente. Estas divisiones fueron favorecidas por el famoso edicto de Mersen (847), del propio Carlos el Calvo, por el cual se establecía que los hombres libres debían reunirse en tomo de un señor, y luego por el edicto de Krersy del Oise (877), que admitió que el título de conde fuera hereditario.

lunes, 6 de diciembre de 2010

LOS REINOS GERMÁNICOS DE OCCIDENTE

LOS REINOS GERMANICOS DE OCCIDENTE
La caída del Imperio
Según vimos, los vándalos se habían establecido en el Sur de la península ibérica y luego en el Norte de A frica, desde donde dominaron el mar Mediterráneo. Fue entonces que, aprovechando las precarias condiciones en que se encontraba el Imperio romano, desembarcaron en Lilia, en el puerto de Ostia (455), a las órdenes de Genserico, y ornaron la ciudad de Roma, a la que saquearon durante catorce días, pese a la oposición del papa San León, que esta vez no pudo convencer al jefe e vándalo para que depusiera su actitud, como antes lo había hecho con Atila.
La saña con que se realizó el saqueo hizo tristemente celebres a los vándalos, cuyo nombre ha quedado en la historia como sinónimo de salvajismo.  A pesar de su condenable comportamiento, Genserico mantuvo la estructura imperial, en la que se sucedieron diez emperadores, hasta que Odoatro, jefe de los mercenarios hérulos, derrocó a Rómulo Augústulo en el año 476 y adoptó el título de rey de Italia. Con ello cayó definitivamente el Imperio romano de Occidente y dió comienzo formalmente la Edad Media.
El Reino de Italia
El reinado de Odoacro no perduró mucho tiempo, por lo que los ostrogodos, liberados de la dominación de los hunos y empujados por los bizantinos, invadieron la península a las órdenes de Teodorico (490), quien a su vez se proclamó rey de Italia (493) y estableció la capital en Ravena, cargo que ejerció hasta su muerte en el año 526 con tal dedicación y acierto, que se constituyó en un modelo para los otros reinos de la época. No obstante, Teodorico ordenó la muerte del célebre filósofo Boecio y la prisión del papa Juan I, a quien acuso de estar en relaciones con el Imperio romano de Oriente.
A partir de entonces el Occidente perdió definitivamente su unidad y quedó dividido en una serie de pequeños estados, aislados entre sí y sujetos a la agresión constante de nuevos invasores provenientes del Norte, del Este y del Sur.
En el año 555, Italia fue ocupada por los bizantinos y quedó incorporada al Imperio romano de Oriente como un exarcado o virreinato. Pero a la muerte del emperador Justiniano (570), la península fue invadida por los lombardos o longobardos, de origen germano, que impusieron su dominio durante casi dos siglos.
El Reino de España
Al iniciarse el siglo y, el reino visigótico establecido por Ataúlfo en el Sur de Francia y en el Este y Sur de España, por la presión de los francos quedó reducido sólo a la región ibérica, cuya capital se estableció en Toledo.
Luego los visigodos comenzaron a extenderse hasta ocupar toda la península. No obstante, no se fusionaron con los primitivos habitantes por la resistencia de éstos, que conservaron la religión católica, la lengua latina y el derecho romano y no aceptaron el arrianismo de los invasores y la legislación germánica.
Esta situación se mantuvo hasta el año 589, en que el rey Recaredo, por consejo de su padre Leovigildo, se convirtió al catolicismo, en el III Concilio de Toledo. Con ello se logró la unión de los hispanorromanos con los visigodos.
Durante la dominación visigótica. España constituyó una monarquía electiva, en la cual el rey debía compartir su autoridad con un consejo de nobles y con los concilios del clero, que periódicamente se reunían en bledo. En el año 634, el rey Recesvinto ordenó la recopilación de las normas vigentes en el Liber Iudicorum.
Al llegar al siglo VIII se extinguió la monarquía  visigótica, pues con la elección de Don Rodrigo se desencadenó la guerra civil. Esta circunstancia fue aprovechada por los árabes, que invadieron la península desde el Sur y derrotaron a Don Rodrigo en la Batalla de Guadalete, en el ano 711.
A partir de entonces se inició la guerra por la Reconquista, que se extendió hasta el año 1492, en que los Reyes Católicos recuperaron el reino de Granada que era el Último territorio que quedaba en poder de los árabes.
El reino de Francia
A fines del siglo V, prácticamente todo el territorio de la Gábia se encontraba en poder de los germanos, que se distribuían de la siguiente manera: al Norte los francos; en el centro, los alamanes y los burgundios; y en el Sur, los visigodos que, como vimos ocupaban también gran parte de España. En el Oeste había logrado subsistir una parcialidad del Imperio romano, que se había erigido en un reino independiente en virtud de la habilidad del general Siagrio.
Esta situación de relativo equilibrio no se mantuvo en pie mucho tiempo, pues el rey de los francos, Clovis o Clodoveo, nieto del célebre Meroveo, inició el proceso de unidad de la Galia, apelando para ello a todos los recursos a su alcance.
En primer lugar, se dirigió contra Siagrio, a quien derrotó por completo, luego de lo cual fijó la capital en Soissons. De inmediato atacó a los alamanes, a quienes venció en la batalla de Tolbica (496) y los sometió a su autoridad.
Cumplida esta primera parte de su campaña, posiblemente por influencia de su esposa Clotilde, Clodoveo se convirtió a la religión católica, lo que le valió el apoyo de la mayoría de la población, influida por los obispos.
En esas condiciones se dispuso a enfrentar a los burgundios, a quienes venció en Dijón (500).  Por último, respondiendo al pedido de auxilio de los católicos que habitaban en el Sur de la Galia, marchó contra los visigodos y los derrotó en VouUlé, cerca de Poitiers (507), obligándolos a abandonar el territorio galo y a pasar a España.
De esta manera, a la muerte de Clodoveo, acaecida en el año 511, se había concretado la unidad de la Galia, con el nombre de Francia o país de los francos, en el cual convergieron influencias germánicas, romanas Y cristianas. Sin embargo, en los dos siglos siguientes, sus sucesores, libertinos e Incapaces, no supieron mantener el poderío alcanzado.
Los mayordomos de palacio
El poder fue delegado) en los mayordomos de palacio o intendentes, quienes se comportaron como los verdaderos gobernantes, congraciándose con la aristocracia, a quien otorgaron todos los beneficios; hasta que en el año 751, Pipino el Breve, hijo de Carlos Martel, que había contenido a los árabes en la famosa batalla de Poitiers (732), derroco a Childerico III, que fue rapado y encerrado en un monasterio, y se proclamo rey de Francia, haciéndose consagrar, con autorización del papa, por San Bonifacio, con lo cual se concretó la alianza de los francos con la Iglesia.
Con Pipino el Breve se inició una nueva dinastía en la que, con el curso del tiempo, habría de sobresalir Carlomagno.
A pedido del papa Esteban II, Pipino se dirigió a Italia y doblegó a los lombardos. De inmediato concedió al papa la región de Ravena. Perugia y Roma, que se consideró patrimonio de San Pedro, dando origen al poder temporal de los pontífices (territorios sobre los que ejercieron su autoridad como cualquier otro gobernante).
Pipino falleció en el año 768, dejando sus posesiones a sus dos hijos, Carlos y Carlomán.
El reino de Inglaterra
En la primera década del siglo V, las legiones romanas que ocupaban la Britania, fueron trasladadas al centro de Europa para hacer frente a la difícil situación planteada.
Con este motivo, se reanudaron las luchas internas entre los pictos, los escotos y los bretones; circunstancia que fue aprovechada por las tribus germanas de los anglos y los sajones que invadieron las islas británicas y luego de conquistar todo el territorio, constituyeron siete pequeños reinos reunidos en una confederación conocida con el nombre de Heptarquía; hasta que en el siglo IX reconocieron a un solo rey, que fue Egberto de Wessex. En el siglo VI, el papa Gregorio 1 había logrado la conversión de los anglosajones al catolicismo.
La acción de la Iglesia
Con la caída del Imperio romano de Occidente y la disolución de las estructuras vigentes, la única institución que quedó en pie fue la Iglesia católica, constituyéndose en el nexo o vínculo de unión entre todos los pueblos europeos.
Los papas, instalados en la antigua Roma, que conservaba el esplendor de su pasado imperial, condujeron un movimiento espiritual de vastos alcances, que repercutió sobre todo el Occidente. Entre ellos, fue San Gregorio Magno (590-604), quien desempeñó la labor más importante, al enviar misioneros a todos lo rincones de Europa y difundir la fe cristiana.