viernes, 30 de julio de 2010

Castillo de Jarandilla de la Vera (Castillo de Carlos V)










Situación
El castillo de Jarandilla de la Vera se encuentra en la avenida de García Prieto nº1 de la localidad de Jarandilla de la Vera, en la parte central de La Vera de Cáceres, provincia de Cáceres, muy cerca de Plasencia.

Historia
La villa de Jarandilla de La Vera perteneció a la ciudad de Plasencia durante casi toda la Baja Edad Media. Su historia es igual a la de Plasencia: su origen es musulmán y durante el reinado de Alfonso VIII se volvió a fundar. En el año 1311 fue posesión de la Corona y en 1369 fue entregada por Enrique II a los Álvarez de Toledo. Hay constancia de la realización de obras de fortificación a mediados del siglo XV, lo que suscita la alarma y la reclamación de los Zúñiga de la ciudad de Plasencia, sin embargo las obras siguieron adelante y posibilitaron las construcción del castillo que puede verse en la actualidad, aunque algunos elementos ya se han perdido. La guerra de la Independencia también hizo sus estragos en él.

En el año 1556, Carlos V se alojó en el castillo a la espera de que se concluyera la construcción de su residencia junto al monasterio de Yuste. Aunque del carácter austero del Emperador no habría que esperarse lujo alguno, sí al menos una imagen de nobleza y dignidad, que indudablemente también se proyecta desde este tipo de construcciones.

Es curiosa la descripción que hacen del recinto algunos escritores como Gervasio Vela Y Nieto. Comparan el edificio con un lugar paradisíaco lleno de jardines, arboledas y árboles frutales como el limonero. No sólo muestran sus apetitosos frutos, sino que aluden también al sugerente perfume que dejan por las estancias del palacio. También se elogia el gusto decorativo del edificio.

Descripción
El castillo dibuja una planta de forma rectangular muy simétrica, con un patio en el centro. Contó con un recinto exterior que contribuía a regularizar el terreno circundante. Dentro de este existía un segundo recinto murado más contundente, que estaba flanqueado con cubos y torrecillas redondas en los lienzos y esquinas, como todavía puede verse en el flanco de la parte trasera y, sobre todo, en lo que debió ser la puerta principal de esta barrera, que también se conserva abierta entre dos cubos cilíndricos flanqueantes que aún mantienen importantes recursos defensivos, como las troneras, almenas y adarves que recorren la parte superior y, sobre todo, los restos de un foso que permite suponer que originariamente contaba con un puente levadizo, existiendo ahora otro fijo, de obra.

En el interior está el cuerpo principal del castillo, de forma cuadrangular en torno a un gran patio central, con torres cilíndricas en dos de sus esquinas y prismáticas, de mayor volumen, en las otras dos, todo recorrido en lo alto por una sucesión de canecillos a modo de cornisa, donde pudo sustentarse un posible almenaje en voladizo.

El flanco septentrional, entre las dos torres prismáticas, está ocupado por las dependencias más importantes, incluso con un atractivo corredor porticado de dos pisos, todo de estilo gótico, con una estructura especialmente atrevida en el piso alto donde además de un pretil de tracería calada, cuenta con arcos carpaneles muy planos. En los otros lados también se adosan otros edificios de servicio, aunque aquí las transformaciones han sido mayores.

La torre del homenaje se eleva por encima del resto del edificio. En ella se abren una serie de ventanas que son de reciente construcción, sin embargo, aparecen pocos vanos que den al exterior del edificio. Toda la estructura está rematada en una cornisa amatacanada. La torre del homenaje carece de almenas, nota significativa de este tipo de construcciones defensivas.

Estado de conservación
En la actualidad el castillo se encuentra en perfecto uso, desarrollando sus funciones como Parador Nacional de Turismo Carlos I, y aunque fueron precisas las correspondientes obras de rehabilitación, ha de decirse que el inmueble reunía condiciones para esta función, lo que reafirma la idea de que cuando a mediados del siglo XV se concibe su construcción se dota al edificio con los recursos castrenses habituales y, al mismo tiempo, con las condiciones, volúmenes y espacios necesarios para el disfrute de una vida acomodada, como si de un palacio se tratara, en esa dualidad castillo-palacio propia de la arquitectura militar desde el siglo XV.

Propiedad y uso
Alberga un Parador de Turismo.

Visitas
Es de acceso libre. Más información en el Parador Nacional de Turismo, teléfono 927 560 117, e-mail jarandilla@parador.es.

Cementerio militar alemán en Cuacos de Yuste Extremadura










En este cementerio están enterrados soldados, pilotos de la fuerza aérea de la Luftwaffe y tripulantes de submarinos y navíos alemanes que murieron en España o cerca de sus costas en las dos guerras mundiales del siglo XX, debido a naufragios o al derribo de sus aviones. Se inauguró en 1988 y todas las sepulturas son iguales y están compuestas por una cruz de granito oscuro. En total, son 182 tumbas.

Castillo de Santa Catalina











Situación
El castillo de Santa Catalina se alza sobre una alta peña de 820 metros de altura que domina, y a la que se ciñe, la ciudad de Jaén.

Historia
Esta fortaleza fue en sus orígenes un alcázar árabe construido durante el reinado del rey Alhamar. Después de la reconquista definitiva por San Fernando, en el año 1246, se levantó sobre la alcazaba mora una fortaleza cristiana con una iglesia consagrada a Santa Catalina, de la cual proviene el nombre de la fortaleza.

En el emplazamiento que ocupa se han ido sucediendo a lo largo de los siglos tres fortalezas: el Castillo Viejo, el Alcázar Nuevo y el de Abrehuy (estos dos últimos separados por una explanada que hoy ocupa el Parador). Las reformas del siglo XV, impulsadas por el Condestable Iranzo, los unieron en la práctica.

El Alcázar Nuevo fue mandado construir por Fernando III tras la conquista de la ciudad, pero fue durante los reinados de Alfonso X y posteriormente, en el siglo XVII, en el reinado de Fernando IV, cuando se intensificaron las obras.

La fortaleza sufrió a través de los siglos numerosas modificaciones y largas etapas de abandono que lo sumieron en la ruina que los franceses, en 1812, acabaron por consumar.

Durante la ocupación francesa, a principios del XIX, se realizaron varias reformas como la construcción de un hospital, las caballerizas, pabellones para el gobernador, un área de oficinas y una plataforma artillera.

A lo largo del XIX, debido a las escaramuzas de las Guerras Carlistas, se reconstruido por última vez.

La fortaleza a dado lugar a tradiciones y leyendas a lo largo de los siglos, que se han guardado en la memoria popular.

Descripción
La fortaleza, que ocupa unos 170 metros de longitud, estaba compuesta por tres fortificaciones diferentes, el Alcázar Viejo, Abrehuy y el Alcázar Nuevo. Sobre las dos primeras fortalezas se construyó el actual Parador Nacional de Turismo, por lo que el Alcázar Nuevo es casi lo único conservado.

El Alcázar Nuevo está formado por cinco torres además de la del Homenaje. A la fortaleza se accede a través de una puerta abocinada con arco ojiva. En el interior una gran explanada, dividida en patio inferior y superior, sirve de distribuidor a las distintas zonas.

En una de las torres albarranas está la capilla de Santa Catalina que alberga la imagen de la patrona de Jaén.

La torre de la Vela y la de las Damas, formaron parte de la antigua fortificación musulmana.

La torre de las Troneras, con puerta en codo, tiene en el interior una habitación abovedada, espacio dedicado al aseo y letrinas. Junto a esta torre hay un portillo o puerta secundaria.

La torre del Homenaje es una construcción de planta rectancular y grandes dimensiones, 40 metros de altura, con tres lóbregas salas cuadradas abovedadas apoyadas sobre una columna central. La torre del Homenaje se comunica a través de un arco con las ruinas que aún se conservan de la iglesia.

Posee también un hermoso Patio de Armas, bajo el que existen diversas estancias sin ventilación, y la reconstruida capilla donde recibe culto la Patrona de Jaén, Santa Catalina de Alejandría.

Estado de conservación
En 1907 fue adquirido por don Manuel Ruiz de Córdoba, que trató de restaurarlo, aunque no avanzó mucho. En 1948 pasó a manos del Ayuntamiento, que inició las reformas, y en 1965 se construyó el Parador, destruyendo buena parte de los restos originales.

Visitas
Horario de invierno: de 10 a 14 horas y de 15:30 a 19:30 horas. Horario de Verano: de 10 a 14 horas y de 17 a 21 horas.

Protección
Fue declarado Monumento Histórico-Artístico por un Decreto de 3 de junio de 1931. Bajo la protección de la Declaración genérica del Decreto de 22 de abril de 1949, y la Ley 16/1985 sobre el Patrimonio Histórico Español. En el año 1993 la Junta de Andalucía otorgó un reconocimiento especial a los castillos de la Comunidad Autónoma de Andalucía.

Alrededores
En Jaén se encuentra también el castillo de Otíñar, y pueden verse además torreones de vigilancia diseminados por el sureste de la ciudad, en dirección a Granada, que formaban un cordón a lo largo de caminos y lindes con el Reino de Granada. Estas torres avisaban a la ciudad mediante luminarias sobre cualquier peligro que se acercara. Destacan en el paisaje por encontrarse aisladas sobre promontorios.

Otros lugares importantes que se pueden visitar son la Catedral, el Palacio de Villardompardo, los Baños Árabes, el museo de Artes Populares, el museo Internacional Naif, el parque de la Victoria, la Alameda, la Puerta del Ángel, el Arco de San Lorenzo, la Puerta de Martos, la iglesia de San Juan, la iglesia de San Andrés, la iglesia de La Magdalena, la iglesia de La Merced y la iglesia de San Bartolomé.

miércoles, 28 de julio de 2010

Castillo-Convento de Calatrava La Nueva












El primitivo Castillo de Calatrava la Nueva, posiblemente edificado por la Orden de Calatrava sobre los restos del Castillo de Dueñas, fue ampliamente transformado a partir de 1217, cuando los calatravos deciden convertirlo en la sede principal de la Orden, una vez que se establece la nueva frontera en las inmediaciones de Sierra Morena.

LOS ORÍGENES

El castillo de Calatrava, junto con el vecino de Salvatierra, flanquean una de las más importantes vías de comunicación naturales que cruzan Sierra Morena y unen la Meseta con el Valle del Guadalquivir. Ya desde épocas prehistóricas ambos lugares fueron ocupados por comunidades de la Edad del Bronce.


LA EDAD MEDIA

En un principio, la Orden del Císter tomó posesión del Castillo de Calatrava la Vieja y fundó en él la sede principal de la Orden Militar de Calatrava, que asumiría la defensa de este territorio frente al Islam.

Cuando la Orden de Calatrava tomó el Castillo de Salvatierra decidió construir un nuevo castillo en los escarpes rocosos del cerro frontero, el Sacro Castillo-Convento de Calatrava la Nueva. Algunos autores creen que lo edificaron sobre otra fortaleza anterior, el Castillo de las Dueñas, que fue donado a los calatravos en torno al año 1191.

Inmediatamente después de iniciarse su construcción, ambas fortalezas (Salvatierra y Calatrava la Nueva) fueron conquistadas por los musulmanes, y el proyecto se abandonó hasta que, tras la Batalla de las Navas de Tolosa (1212), la Orden se estableció nuevamente en ellas. A partir de este momento se intensificaron las obras del castillo-convento. En 1227, cuando todavía no había concluido su construcción, la Orden decidió trasladar a esta fortaleza su sede central.


LAS REFORMAS POSTERIORES

Calatrava la Nueva sufrió distintas ampliaciones y reformas a lo largo de los siglos, y especialmente durante los reinados de los Reyes Católicos y de Felipe II. Cuando la frontera descendió hasta el valle del Guadalquivir y se diluyó su función defensiva, el Castillo-Convento se ocupó de cubrir funciones religiosas, siendo habitado por los freires de clausura, si bien mantuvo un alcaide y guarnición hasta su definitivo abandono en 1804.

LAS MURALLAS Y PUERTAS

La fortaleza se organiza en tres recintos amurallados construidos en mampostería de piedra y ladrillo, que ocupan una superficie aproximada de 46.000 m2. Al interior del primer recinto se podía acceder a través de varias puertas y portillos ocultos por esquinas y contrafuertes de la muralla, entre los que destaca la Puerta del Sol, situada en el lienzo Sur. A partir de ella se iniciaba el ascenso al Castillo-Convento, al que se ingresa a través de la denominada Puerta del Palo o de los Arcos.


EL CONVENTO

La zona conventual está constituida por diversos espacios con distintas funciones. Lo más destacado es el Claustro, una construcción de arcos y bóveda de ladrillo con labores de yesería en sus cuatro paredes. Bajo su cuerpo Norte se encuentra el aljibe principal, y sobre este espacio claustral, un corredor y dos salas que servían de biblioteca. En la zona Sur se edificaron el refectorio, una enorme sala rectangular próxima a las cocinas, donde se alimentaban los miembros de la Orden, junto a ella la Sala Capitular, lugar de reuniones de los caballeros presididas por el Maestre, y finalmente los aposentos de losfreires calatravos, en dos plantas, con diez dormitorios en cada una de ellas. Desde estos aposentos, por unas escaleras, se accedía a las hospederías altas y bajas y al "Corredor de caballeros".


EL CAMPO DE LOS MÁRTIRES

El cementerio de la Orden, denominado Campo de los Mártires porque acogió los huesos de los freires y caballeros muertos durante la defensa de Calatrava la Vieja, estaba rodeado de una galería con arcos. En su interior hallaron sepultura algunos personajes ilustres.


LA IGLESIA

Está situada en la zona Norte del castillo y la puerta principal mira a occidente. Tiene un gran rosetón construido con roca volcánica, en tiempos de los Reyes Católicos, para dotar de mayor luminosidad su interior. El interior es gótico con elementos de tradición románica y mudéjar. Tiene planta rectangular y tres naves, la central de mayor tamaño que las laterales,  rematadas con tres ábsides insertos en la muralla.


EL CASTILLO

En la cúspide del cerro se construyó un castillo de planta irregular, con antemuro y puerta en codo. En su interior se encontraban las dependencias del Maestre a las que se accede a través de una galería abovedada, y bajo éstas, un aljibe. En la zona intermedia de la fortaleza se construyeron las dependencias del alcaide y la guarnición, y en un cuerpo aparte se edificó el   archivo. Finalmente, ocupando el nivel más alto, se construyeron varias dependencias organizadas en torno a dos patios de armas.

martes, 27 de julio de 2010

La alimentación y el hogar en la Edad Media


Según los datos arqueológicos las casas altomedievales eran muy simples, por regla general. Su tamaño era reducido y estaban construidas en madera, adobe y piedras, utilizando paja para el techo. Las cabañas de los campesinos solían medir entre 2 y 6 metros de largo por dos de ancho, horadando el piso para crear un ambiente más cálido. En su interior habitaban la familia y los animales, sirviendo estos de "calefacción".

Las casas podían tener una cerca alrededor donde se ubicaría el huerto, uno de los espacios más queridos en la época. Allí se cultivaban las hortalizas, las legumbres y las pocas frutas que constituían parte de la alimentación de los campesinos El mobiliario de las casas era muy escaso. Algunas ollas de cerámica, platos y marmitas, una mesa y taburetes para comer a su alrededor ya que los germanos abandonaron la costumbre romana de comer acostados y apoyándose sobre un codo. Al ubicarse alrededor de la mesa se emplearon cuchillos y cucharas, aunque serían las manos la pieza más utilizada para comer. La comida más fuerte era la de la tarde, rompiéndose el tópico que en la época medieval se pasaba habitualmente hambre.

Al principio de la comida se servía la sopa, invento franco consistente en caldo de carne con pan. Después se comen las carnes, tanto en salsa como a la parrilla, acompañadas de verdura -coles, nabos, rábanos, aliñados con especias, ajo y cebolla, considerando que las especias favorecían la digestión-. Era habitual que los platos se aliñaran con garum, condimento de origen romano elaborado a partir de la maceración de intestinos de caballa y esturión en sal. El vino y la cerveza regaban estas pantagruélicas comidas habituales en la nobleza. Como no todos los platos eran devorados, las numerosas sobras caían en manos de los esclavos y sirvientes que daban debida cuenta de ellas.

Son frecuentes los testimonios que aconsejan abandonar esta dieta para sustituirla por "raíces, legumbres secas y gachas con una pequeña galleta, a fin de que el vientre no esté pesado y asfixiado el espíritu" como recomienda san Columbano a sus monjes. Un monje nos cuenta que "no probaba ni siquiera el pan y sólo bebía cada tres días una copa de tisana" mientras que un rico bretón llamado Winnoch se jactaba de comer sólo hierbas crudas. Pero estos casos no eran lo habitual ya que Fortunato manifiesta que sale de las comidas "con el vientre inflado como un balón" mientras que Gregorio de Tours monta en cólera cuando hace referencia a dos obispos que pasan todo el día comiendo, "se volcaban sobre la mesa para cenar hasta la salida del sol", durmiendo hasta el atardecer. Las dietas de los monjes eran abundantes. En un día un monje solía consumir 1700 gramos de pan, litro y medio de vino o cerveza, unos 80 gramos de queso y un puré de lentejas de unos 230 gramos.

Las monjas se contentan con 1400 gramos de pan y 130 gramos de puré, añadiéndose el queso y el vino. Los laicos suelen engullir kilo y medio de pan, 100 gramos de carne, 200 gramos de puré de legumbres secas y 100 de queso, regado también con litro y medio de vino o cerveza. Las raciones alimentarias rondarían las 6.000 calorías ya que se consideraban que sólo son nutritivos los platos pesados, convirtiéndose el pan en el alimento fundamental de la dieta. En algunos casos, cuando no había platos, los alimentos se tomaban sobre el pan. De estos datos podemos advertir que la obesidad estaría a la orden del día, por lo menos entre los estamentos noble y clerical, si bien los campesinos también hacían comidas fuertes cuyas calorías quemaban en su duro quehacer diario.

Las fiestas eran iguales a exceso en la época altomedieval. Las raciones alimenticias de monjes y clérigos aumentaban en un tercio, alcanzando las 9.000 calorías gracias a doblar la ración diaria de potajes, sopas o pures y recibir medio litro más de vino junto a media docena de huevos y un par de aves. Los canónigos de Mans recibían en determinadas fiestas un kilo de carne con medio litro de vino aromatizado con hinojo o salvia. Si advertimos que el calendario cristiano contaba con unos sesenta días festivos al año -más las festividades locales- podemos imaginar el peso alcanzado por algunos monjes.

En época de Cuaresma la carne se sustituye por pescados: lenguados, arenques, congrio o anguilas. Estas pesadas comidas requerían de largas digestiones "acompañadas de siestas, eructos y flatulencias expresadas de la manera más sonora posible, porque tal cosa se consideraba como prueba de buena salud y de reconocimiento al anfritión" en palabras de Michel Rouche. Buena parte de la culpa de estas comilonas está en la mentalidad de la época al asociar la salud, las victorias militares o la progenie con las plegarias y los banquetes que se prolongaban durante dos o tres días.

Los Caballeros Templarios y sus armas




Se ha discutido a menudo el origen ideológico de este tipo de agrupaciones, que para algunos se encontraría en la cristianización, mientras que para otros estaría ligado simplemente al de peregrinación y cruzada. Acercándonos hacia el año 1.000, año en que la interpretación de las Escrituras había convencido a toda la cristiandad de que se iba a producir el Apocalipsis. Esta función asistencial, compatible siempre con las actividades guerreras, explica por que, en casi todos los casos, las órdenes militares surgieron de agrupaciones originariamente hospitalarias. Es por ello que deberíamos distinguir entre órdenes militares y hospitalarias. Por descontado que la presencia conjunta de elementos que exaltaban la violencia, con otros que apostaban por el amor y la tolerancia, no sólo no era considerada contradictor en la época sino que se entendía como característica de uno de los modelos ideales de perfección cristiana. Los caballeros de estas órdenes eran en monjes, al haber profesado los votos (pobreza, castidad y obediencia), organizado su vida de acuerdo con una regla (por lo general la benedictina) y depender directamente del Papa. Pero al mismo tiempo eran "milites", al ejercer el oficio de las armas y estar motivados por el ideal de cruzada. Generalmente se distinguían tres clases de miembros en estas agrupaciones, según predominase un elemento ideológico u otro. Los hermanos eclesiásticos eran simplemente monjes, encargados de la misión y el apostolado, los caballeros monopolizaban la función militar y los hermanos sirvientes se dedicaban a tareas hospitalarias y domésticas. Institucionalmente hablando las órdenes militares estaban dirigidas por un gran maestre, cuyos poderes resultaban muy superiores a los del capítulo general, si bien en ocasiones se buscaba el apoyo de un consejo restringido, fiscalizador del maestre. Casas, propiedades y rentas se dividían en provincias, agrupaciones de prioratos a su vez integrados por encomiendas.

El modo de pelear y sus armas.
Cuando iban de facción o a acometer al enemigo, llevaban delante la balza o estandarte de la Orden. Seguían los caballeros formados de dos en dos, o según convenía, en traje de campaña, armados con sus lanzas y espadas, sin ruido ni algazara, y esperando impávidos e inmóviles al enemigo, cuando así lo disponía el jefe o gran maestre. Si era preciso atacar, eran de los primeros en acometer y lanzarse sobre el enemigo, y los últimos a retirarse, dejando siempre en el campo de batalla pruebas indudables de su valor. Pocos momentos antes de entrar en acción, el gran maestre o los comendadores mandaban tocar las bocinas y atabales de la Orden, y reunidos entonces todos en comunidad entonaban con la mayor devoción aquellas humildes palabras del profeta David: non nobis Domine, non nobis, sed nomini tuo da gloriam: no a nosotros Señor, no a nosotros, sino a tu nombre da toda la gloria.
Solían acometer al enemigo buscando las alas del ejército contrario, o aquel flanco que consideraban más a propósito, sin atreverse jamás a retirar, a no ser que así lo mandase el jefe, derrotando enteramente al enemigo o muriendo todos en la pelea. Si por acaso alguno de ellos no se portaba con toda la valentía que era de esperar, se le imponía por su comendador o gran maestre un riguroso y ejemplar castigo. Quitábanle ignominiosamente la capa con la cruz, principal distintivo de los caballeros; otras veces le expulsaban de la Orden, o a lo menos le echaban de la comunidad, obligándole a comer en tierra sin servilleta, por espacio de un año o más, según consideraba necesario el gran maestre.

Mi pequeño rinconcito

He aquí mi pequeño rinconcito en el cual me gustaría poder compartir con todos los lectores mi pasión por la historia en general, para la cual me gustaría poder ofrecer imágenes, documentales, hechos documentados porque el pasado aunque no se quiera, ahí sigue. Serán historias, hechos desde todos los ámbitos, desde aquellas localidades más insospechadas del planeta como de las urbes más grandes del mundo. Todos los rincones esconden secretos y el misterio está en intentar encontrar la verdad o al menos buscar respuestas que se aproximen, aunque no dejen de ser misteriosas.
Me gustaría que se dieran opiniones porque siempre serán bien recibidas además que permiten al blog a que crezca como blog.
Sin más. Que les aproveche.