lunes, 6 de diciembre de 2010

LOS REINOS GERMÁNICOS DE OCCIDENTE

LOS REINOS GERMANICOS DE OCCIDENTE
La caída del Imperio
Según vimos, los vándalos se habían establecido en el Sur de la península ibérica y luego en el Norte de A frica, desde donde dominaron el mar Mediterráneo. Fue entonces que, aprovechando las precarias condiciones en que se encontraba el Imperio romano, desembarcaron en Lilia, en el puerto de Ostia (455), a las órdenes de Genserico, y ornaron la ciudad de Roma, a la que saquearon durante catorce días, pese a la oposición del papa San León, que esta vez no pudo convencer al jefe e vándalo para que depusiera su actitud, como antes lo había hecho con Atila.
La saña con que se realizó el saqueo hizo tristemente celebres a los vándalos, cuyo nombre ha quedado en la historia como sinónimo de salvajismo.  A pesar de su condenable comportamiento, Genserico mantuvo la estructura imperial, en la que se sucedieron diez emperadores, hasta que Odoatro, jefe de los mercenarios hérulos, derrocó a Rómulo Augústulo en el año 476 y adoptó el título de rey de Italia. Con ello cayó definitivamente el Imperio romano de Occidente y dió comienzo formalmente la Edad Media.
El Reino de Italia
El reinado de Odoacro no perduró mucho tiempo, por lo que los ostrogodos, liberados de la dominación de los hunos y empujados por los bizantinos, invadieron la península a las órdenes de Teodorico (490), quien a su vez se proclamó rey de Italia (493) y estableció la capital en Ravena, cargo que ejerció hasta su muerte en el año 526 con tal dedicación y acierto, que se constituyó en un modelo para los otros reinos de la época. No obstante, Teodorico ordenó la muerte del célebre filósofo Boecio y la prisión del papa Juan I, a quien acuso de estar en relaciones con el Imperio romano de Oriente.
A partir de entonces el Occidente perdió definitivamente su unidad y quedó dividido en una serie de pequeños estados, aislados entre sí y sujetos a la agresión constante de nuevos invasores provenientes del Norte, del Este y del Sur.
En el año 555, Italia fue ocupada por los bizantinos y quedó incorporada al Imperio romano de Oriente como un exarcado o virreinato. Pero a la muerte del emperador Justiniano (570), la península fue invadida por los lombardos o longobardos, de origen germano, que impusieron su dominio durante casi dos siglos.
El Reino de España
Al iniciarse el siglo y, el reino visigótico establecido por Ataúlfo en el Sur de Francia y en el Este y Sur de España, por la presión de los francos quedó reducido sólo a la región ibérica, cuya capital se estableció en Toledo.
Luego los visigodos comenzaron a extenderse hasta ocupar toda la península. No obstante, no se fusionaron con los primitivos habitantes por la resistencia de éstos, que conservaron la religión católica, la lengua latina y el derecho romano y no aceptaron el arrianismo de los invasores y la legislación germánica.
Esta situación se mantuvo hasta el año 589, en que el rey Recaredo, por consejo de su padre Leovigildo, se convirtió al catolicismo, en el III Concilio de Toledo. Con ello se logró la unión de los hispanorromanos con los visigodos.
Durante la dominación visigótica. España constituyó una monarquía electiva, en la cual el rey debía compartir su autoridad con un consejo de nobles y con los concilios del clero, que periódicamente se reunían en bledo. En el año 634, el rey Recesvinto ordenó la recopilación de las normas vigentes en el Liber Iudicorum.
Al llegar al siglo VIII se extinguió la monarquía  visigótica, pues con la elección de Don Rodrigo se desencadenó la guerra civil. Esta circunstancia fue aprovechada por los árabes, que invadieron la península desde el Sur y derrotaron a Don Rodrigo en la Batalla de Guadalete, en el ano 711.
A partir de entonces se inició la guerra por la Reconquista, que se extendió hasta el año 1492, en que los Reyes Católicos recuperaron el reino de Granada que era el Último territorio que quedaba en poder de los árabes.
El reino de Francia
A fines del siglo V, prácticamente todo el territorio de la Gábia se encontraba en poder de los germanos, que se distribuían de la siguiente manera: al Norte los francos; en el centro, los alamanes y los burgundios; y en el Sur, los visigodos que, como vimos ocupaban también gran parte de España. En el Oeste había logrado subsistir una parcialidad del Imperio romano, que se había erigido en un reino independiente en virtud de la habilidad del general Siagrio.
Esta situación de relativo equilibrio no se mantuvo en pie mucho tiempo, pues el rey de los francos, Clovis o Clodoveo, nieto del célebre Meroveo, inició el proceso de unidad de la Galia, apelando para ello a todos los recursos a su alcance.
En primer lugar, se dirigió contra Siagrio, a quien derrotó por completo, luego de lo cual fijó la capital en Soissons. De inmediato atacó a los alamanes, a quienes venció en la batalla de Tolbica (496) y los sometió a su autoridad.
Cumplida esta primera parte de su campaña, posiblemente por influencia de su esposa Clotilde, Clodoveo se convirtió a la religión católica, lo que le valió el apoyo de la mayoría de la población, influida por los obispos.
En esas condiciones se dispuso a enfrentar a los burgundios, a quienes venció en Dijón (500).  Por último, respondiendo al pedido de auxilio de los católicos que habitaban en el Sur de la Galia, marchó contra los visigodos y los derrotó en VouUlé, cerca de Poitiers (507), obligándolos a abandonar el territorio galo y a pasar a España.
De esta manera, a la muerte de Clodoveo, acaecida en el año 511, se había concretado la unidad de la Galia, con el nombre de Francia o país de los francos, en el cual convergieron influencias germánicas, romanas Y cristianas. Sin embargo, en los dos siglos siguientes, sus sucesores, libertinos e Incapaces, no supieron mantener el poderío alcanzado.
Los mayordomos de palacio
El poder fue delegado) en los mayordomos de palacio o intendentes, quienes se comportaron como los verdaderos gobernantes, congraciándose con la aristocracia, a quien otorgaron todos los beneficios; hasta que en el año 751, Pipino el Breve, hijo de Carlos Martel, que había contenido a los árabes en la famosa batalla de Poitiers (732), derroco a Childerico III, que fue rapado y encerrado en un monasterio, y se proclamo rey de Francia, haciéndose consagrar, con autorización del papa, por San Bonifacio, con lo cual se concretó la alianza de los francos con la Iglesia.
Con Pipino el Breve se inició una nueva dinastía en la que, con el curso del tiempo, habría de sobresalir Carlomagno.
A pedido del papa Esteban II, Pipino se dirigió a Italia y doblegó a los lombardos. De inmediato concedió al papa la región de Ravena. Perugia y Roma, que se consideró patrimonio de San Pedro, dando origen al poder temporal de los pontífices (territorios sobre los que ejercieron su autoridad como cualquier otro gobernante).
Pipino falleció en el año 768, dejando sus posesiones a sus dos hijos, Carlos y Carlomán.
El reino de Inglaterra
En la primera década del siglo V, las legiones romanas que ocupaban la Britania, fueron trasladadas al centro de Europa para hacer frente a la difícil situación planteada.
Con este motivo, se reanudaron las luchas internas entre los pictos, los escotos y los bretones; circunstancia que fue aprovechada por las tribus germanas de los anglos y los sajones que invadieron las islas británicas y luego de conquistar todo el territorio, constituyeron siete pequeños reinos reunidos en una confederación conocida con el nombre de Heptarquía; hasta que en el siglo IX reconocieron a un solo rey, que fue Egberto de Wessex. En el siglo VI, el papa Gregorio 1 había logrado la conversión de los anglosajones al catolicismo.
La acción de la Iglesia
Con la caída del Imperio romano de Occidente y la disolución de las estructuras vigentes, la única institución que quedó en pie fue la Iglesia católica, constituyéndose en el nexo o vínculo de unión entre todos los pueblos europeos.
Los papas, instalados en la antigua Roma, que conservaba el esplendor de su pasado imperial, condujeron un movimiento espiritual de vastos alcances, que repercutió sobre todo el Occidente. Entre ellos, fue San Gregorio Magno (590-604), quien desempeñó la labor más importante, al enviar misioneros a todos lo rincones de Europa y difundir la fe cristiana.

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